Se quedó un rato en la azotea de su edificio, contemplando. Hacía mucho que tenía ganas de estar solo ahí arriba y observar, pensar. El clima era fresco, perfecto. Tenía ganas de decirle que nunca se había sentido tan vivo como cuando estaba a su lado, pero por alguna razón se lo guardó. Pensó, pensó que quizá no debería de pensar sino sentir. Sus palabras en mi cabeza, se dijo a si mismo. Pero aún así siguió pensando, ya que era una costumbre inherente a él. Pensó en cuánto la quería, sintió cuánto la quería. Quizo llorar, pero no pudo. Esbozó una sonrisa y se dedicó a ver cómo las luces de la ciudad iluminaban la noche.
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